RICARD TERRÉ ABANDONÓ LA FOTOGRAFIA HACE TRES DÉCADAS Y VOLVIÓ EN LOS OCHENTA CON LA MISMA MIRADA MODERNA Y ARRIESGADA SOBRE RITOS Y HOMBRES DE ESPAÑA.
El recorrido fotográfico de Ricard Terré (Sant Boi 1928) es atípico.
Este catalán instalado desde hace 40 años en Vigo abandonó la fotografia durante casi tres décadas antes de proseguir, con mirada inmutable, una obra que habia comenzado en los cincuenta y que hoy se redescubre asombrosamente moderna, una de las más modernas, sin duda, de la fotografia española.
Es a partir de 1955 cuando Ricard Terré, hasta entonces pintor, diseñador y caricaturista, se apasiona por la fotografía. Tras algunas series sobre danza clásica o flamenco, retratos y ejercicios gráficos, se encuentra en Semanas Santas y otros ritos religiosos con increible audacia; primeros planos borrosos, mucho grano, extrema proximidad al modelo, juegos de contrastes muy acentuados, detalles encuadrados brutalmente... Al mirar con la distancia del tiempo su forma de aproximación, se recuerdan pocos fotografos de su generación, salvo William Klein y Robert Frank, que hayan subvertido de tal modo las estéticas establecidas. Este acercamiento directo, sensible, lírico y obsesionado por la forma construyó una visión negra de España, una visión atravesada por la mística, por un masoquismo en el que las miradas angelicales de los niños imponen dudas sobre la realidad.
Miembro desde 1958 del grupo AFAL (la única sociedad fotográfica que durante el franquismo proponia alternativas estéticas a los foto-clubes y los salones), Terré realizó exposiciones sorprendentes y poco comprendidas; ya entonces mezclaba en un mismo espacio tiras de varios metros con pruebas de pequeñas dimensiones. Y solo le surgian encargos para decorar espacios de oficinas, vestíbulos de edificios, imágenes gráficas de gran formato.... Algo poco adecuado para un hombre elegante que consideraba la exploración de lo humano un aspecto básico de la fotografia.
MIRADA PERMANENTE
Decide entonces guardar sus aparejos. Y hasta 1982 no vuelve, a través del retrato, a explorar visualmente las mismas situaciones, la Semana Santa de Cataluña y Portugal, entre otras.
Es espectacular comparar las fechas de las imágenes; demuestran la permanencia durante medio siglo de una mirada generosa y arriesgada, la misma hoy que ayer, Terré cuestiona los límites de las posibilidades de la fotografia.
Sus dos imágenes mas conocidas (un niño con un cirio en una procesión y la primera comunión de una niña bizca) son admirables, pero no debe olvidarse una obra menos anecdótica obsesionada con el negro y la composición, con el ritmo, el espacio y el escalonamiento de los planos. Como si Terré hubiera inventado una escritura propia que ha reencontrado con naturalidad un cuarto de siglo después. Es en esta coherencia de tono y forma donde se reconoce a los "verdaderos" fotógrafos. Ricard Terré es uno de ellos. Y de los más grandes.
Christian T Caujolle
NOTA: Artículo publicado en EL PAIS DE LAS TENTACIONES, de EL PAIS, Viernes 8 de octubre de 1999, con motivo de la exposición en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.
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